"Y aquí se pone en marcha un nuevo comenzar"
- Caderamen
- Nov 3, 2016
- 3 min read
Las palabras cargan mucho poder. Usar la palabra, escrita o hablada, para contar historias que salen del corazón nos permite recordar y revivir, reír, llorar, reflexionar, sanar, seguir caminando. Cuando escribimos nuestras historias de parto revivimos el proceso desde otra perspectiva; quizás le preguntamos a alguien que estuvo presente y recordamos otros detalles o cambia el recuerdo, a veces nos llegan los olores que impregnaban el espacio o la música que escuchábamos en el fondo. Preservamos el recuerdo. Cuando leemos historias de parto de otras personas, dejamos atrás las historias de terror que hemos escuchado tantas veces y esto forma parte del proceso de apoderamiento, de retomar poder sobre nuestros cuerpos. Hace varias semanas comenzamos los #TeBeTé de Caderamen, los jueves para recordar. Hoy estos jueves de TeBeTé pasan a servir de espacio para el apoderamiento, además de servir como caja de recuerdos. Sobre esta historia, recuerdo siempre a María Landó, canción que tocó el playlist durante la danza poco antes de darle la bienvenida a otra persona en este espacio. La percusión, las cuerdas y la dulce voz de Susana Baca nos acompañaron un ratito de suavidad y respiro. Abajo la historia del nacimiento de un cachetón.

El día probable llegó. El doctor comienza a presionar, surge la palabra no deseada: "inducción". La decisión está tomada; desaparezco de la oficina, la inducción no sucederá. Yo comeré berenjena muy grasosa, me introduciré rosa de mosqueta, tendré mucho sexo y la noche del 10 de diciembre, caminaré muy rápido hacia la playa y un cangrejo me anunciará que, ¡esto ha de comenzar! A la luz de las velas y con la música de cuerdas nos relajábamos. A eso de la madrugada llamé a mis doulas, mis aliadas incondicionales. Yo tendré la dicha de poder seguir durmiendo entre apretones constantes. Ya no hay noción del tiempo, solo lo evidente...
El sol salió. Con el sol en el tope, nos encaminamos a la institución a la cual ya nos habíamos encargado de hacerles saber qué queremos y qué no queremos. Pero desde el comienzo ya no nos entendimos. Al entrar me trajeron la silla de ruedas, ésa que no necesitaba. Me cuestionaron la presencia de mis acompañantes y al apagar la luz, me la prendieron de golpe, cosa que específicamente dictaminé y aceptaron. Retomé la oscuridad deseada... Entre la bola mágica, los masajes fenomenales y los movimientos animales, lo salvaje se apoderaba cada vez más de mí y yo lo dejaba fluir junto a la música que hace al pie de la letra su función. El dolor pierde razón y yo le doy sazón. El dolor se estremeció y ya yo tomé una decisión, una que hoy me juzgo, pero una tomé: romper la bolsa, ésa que alimenté tan bien. El tiempo se limitó... 1 hora para 5 centímetros... ¡Lo logramos en menos de una hora! Me posicioné. Esto ya es pan comido. Pero una patada se aproximaba, el queridísimo con el bisturí en la mano me tentaba, me decía que él podía ayudar a que esto sea aún más fácil, más rápido. Eso no pudo y no podía ser más rápido y pujante de lo que fue. ¡Ya está aquí! ¡Antón ya vio la luz! La excusa para desconectarnos rápido a través del cordón umbilical fue muy sencilla: era muy corto. Luego lo acobijaron en esta única azulada sintética manta que imposibilita el contacto piel a piel, por lo que rápidamente la tiramos. ¡Y audazmente el recién sumergido a la luz se agarró a la teta! Y aquí todo se prendió, se capacitó a eso.
Y aquí se pone en marcha un nuevo comenzar.
Gabriela Reyes Mediavilla
Foto de Daniela Paola Nutz
Comments